Ese efecto de la luz en la vela, un toque muy sencillo pero ¡de lujo!; aparte el señalamiento indispensable de las taras eclesiales que no han cesado ni cesarán jamás en una institución que nació viciada desde la desaparición de Jesús de este planeta, gracias a unos apóstoles lerdos y ambiciosos.
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Ese efecto de la luz en la vela, un toque muy sencillo pero ¡de lujo!; aparte el señalamiento indispensable de las taras eclesiales que no han cesado ni cesarán jamás en una institución que nació viciada desde la desaparición de Jesús de este planeta, gracias a unos apóstoles lerdos y ambiciosos.
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